viernes, enero 20, 2006

Reciclaje

A veces me sorprende un poco el observar que la “estructura” de la sociedad no es tan diferente a la de los animales. Ese seguir la “manada” bajo las reglas impuestas de un líder x. Veo a las personas como autómatas día a día siguiendo ese patrón impuesto de lo que “debes hacer”: Estudiar, trabajar, casarte [hijos, una linda casa, un coche, animales varios] y morir. Cuando les pregunto a las personas sus sueños/metas por regla general van encaminadas a ese esquema. ¿Mis sueños? ¿me creerías si te digo que no tengo?

Como los animales, se recibe con rechazo/temor a lo que es nuevo, lo desconocido; como los animales se separa del grupo al que no siga el camino y el ritmo del líder.

Desde pequeñas las personas temen a la soledad, el rechazo y la exclusión del grupo como castigo al hacer algo “diferente”; entregan gustosos y agradecidos su libertad a cambio de aceptación. Y corren a agruparse, desde el colegio buscan un esquema, una clasificación que los pinte del mismo color del grupo seleccionado y harán todo lo que esté en su alcance para permanecer allí, se aprontaran por lo mismo a señalar y separar, a hacer lo que temen que les hagan.

Como “ejemplo” en una típica escena de cafetería en las películas/series gringas adolescentes, vemos esos esquemas: En un rincón las chicas populares, los nerds, los deportistas y un interminable etc. todo pintado con un mismo matiz, a lo lejos se vislumbra un ser tildado por todos como “la/el antisocial” por regla general es presentado como l@ chic@ alterno, viste de negro, escucha música que a todos le desagrada, esquivo con todos y vive en su mundo. Podría decir que esa persona no ha vendido su libertad, que desde mi sillón de “borrega renegada” lo admiro. Pero, si veo más de cerca me doy cuenta que esa persona no ha entregado su libertad, la ha extraviado en su intento de “diferenciarse del ganado”, esta persona es incapaz de escuchar una música y emitir un juicio al respecto, su “postura” le obliga a rechazar todo lo que debe rechazar, sin escucharlo, sin admitir que en el fondo le gusta tal canción si lo hizo; lo mismo en cada aspecto de su vida. Y al final llego a la conclusión de que ambos sujetos han perdido su libertad, uno de forma voluntaria y el otro sin percatarse.

A veces me pregunto si realmente existirá ese ser libre, tal vez lo sean los tildados como locos, los rechazados por la sociedad.

Mi forma de mantener mi libertad es el mutar, el conocer todos los colores, no vender mi voluntad, mi razón a cambio de seguridad. Tal vez por eso me defino como “borrega renegada”, porque sigo dentro de un esquema aunque sea de forma temporal. Aunque espero algún día dejar de serlo (borrega).