viernes, septiembre 23, 2005

Con los ojos abiertos.

Que triste es conducir por “El Boulevard los héroes” en la noche, un día cualquiera de la semana. Hoy, mientras la lluvia cae rítmicamente en el vidrio de mi coche, veo a mi derecha Metrosur con la mayoría de luces apagadas ya sin vida, detengo mi marcha en el primer semáforo y me he encontrado con la misma escena día tras día, noche tras noche, incluso una tan fría y lluviosa como esta: Un niño pidiendo, descalzo, en esta noche temblando por el frío, porque a veces el Pulgarcito sólo parece frío para los más desafortunados, los que esperan bajo la lluvia, hambrientos, que una persona les regale un par de monedas, con los ojos tristes y los pies lastimados por haber estado en el mismo lugar aún cuando el sol brillaba en todo su esplendor.

Mi corazón se encoge en ese primer semáforo, mientras lo observo desde la comodidad de mi auto y un sentimiento desagradable se apodera de mí, saco las monedas que tenga o un billete, a veces he llevado comida para esos niños sin rostro, con la mirada triste y el futuro incierto. El semáforo se pone en verde, continúo mi marcha maldiciendo a sus padres por hacerlo pasar frío y los malos tratos de los conductores. En el tramo al segundo semáforo mi cerebro ya ha aceptado la idea de “niños de familia explotadora”. Pero antes de que mi cerebro procese demasiada información mis pensamientos junto a marcha son interrumpidas por el tercer -y mi ultimo- semáforo, me encuentro con otro niño de mirada triste, temblando del frío, pero esta vez no puedo maldecir a sus padres, a sus abuelos y todo su árbol genealógico, porque junto a él se encuentran dos viejecitos, de cuerpo débil y pequeñito, temblando, pidiendo dinero y aguantando la indiferencia del que conduce cómodamente su coche. Y es la realidad la que me recuerda que no siempre esos niños son explotados por seres viles, insensibles ante su sufrimiento, dicho sea de caso lo que todos queremos creer para sentirnos mejor, porque así todos saldremos impolutos ante la pregunta: ¿Quién tiene la culpa de esto? ¿A quién culpar ahora? ¿Al Estado?

¿Cómo haces para no ver esto? ¿Es que no sientes nada? ¿No te importa? ¿Cómo hace para cerrar tus ojos, día tras día, noche tras noche y que esta escena no exista? Daría algo por preguntárselo a todas esas personas que manejan orgullosos sus coches ultimo modelo rumbo a sus importantes trabajos, que visten esos trajes de los que presumen entre los amigos y conocidos, porque he visto gritarles, amenazantes, para quedar de “machotes” ante su pareja, ignorarlos o simplemente cerrar el vidrio como señal inconfundible de que ni un centavo se escapará de sus bolsillos. Y he sentido una gran vergüenza de ir sentada a su lado, o simplemente observar la escena desde mi coche.

Estamos perdiendo nuestra capacidad de asombro, creemos que porque son tantos es porque es normal, lógico, así tiene que ser, es la ley de la vida, como hay ricos hay pobres. Y nos deja de importar, dejamos de sentir y cerramos los ojos. Porque lo que importa es el trabajo, las responsabilidades, pagar la letra de lo que sea que paguemos, ahorrar para comprar lo que deseamos… Acumular capital.

No quiero cerrar mis ojos, no quiero olvidar este sentimiento, no quiero al final de mi vida, ser como esas personas orgullosas de sus triunfos, sus títulos, sus trabajos, que creen que pobre es el “haragán” (holgazán) que no quiere trabajar y lo dicen en las reuniones sociales sin inmutarse. Quiero algo más, en silencio, sentir que hice algo, pequeño ante los ojos del mundo, pero grande ante esos ojos tristes y futuro incierto. Quiero recordarlo cuando tenga la capacidad económica de dar más que un par de billetes o alimentos que a veces siento que caen como esas gotas al vidrio de mi carro, sin efecto, sin solucionar nada.

Some day…I hope