¿Creyente?, autómata, anti-religión, agnóstica, atea.
Hace ya muchos meses, hablaba con mi padre sobre la fe, éste me decía que la fe es un don, algo que se posee o no se posee, luego de mucho hablar llegamos a la “sabia” conclusión que ninguno de los dos poseía una pizca de dicho don. Me gusta esa definición ya que se apega a lo que pienso de la fe y esos rollos. Siempre la he considerado como un “sentimiento”, algo imposible de aprender, heredar o inculcar a diferencia de rollos como la política, etc.
Vengo de una familia bastante católica donde puedes encontrar desde el mayor fanático religioso hasta el típico católico “disel” como dice mi hermano xD (por el “dice él”). Mi familia nuclear (entiéndase como padre, madre, hermanos) es del tipo “católica disel”, el que se llama católico pero va a misa “de vez en nunca” y así sucesivamente. Así que siempre me creí “
creyente”, mucho antes de entender a ciencia cierta lo que esto significaba o incluso en qué estabas creyendo.
Entonces, para que las niñas –mi hermana y esta servidora- tuvieran una formación religiosa adecuada mis padres nos inscribieron desde pequeñas en un colegio de monjas. Siempre me caracterice desde pequeña por tener una personalidad bastante inquisitiva, me gustaba preguntarlo todo, cuestionarlo, razonarlo no simplemente “actuar de acorde a” causándoles mas de un dolor de cabeza a las monjitas y al cura de turno. Muy probablemente gracias a eso, con el paso de los años no llegue a sentir eso llamado fe, nunca llegue a ser una persona creyente. Lo que equiparo a ponerle pausa a tu cerebro, tu razonamiento y simplemente aceptar algo como verdadero. Me sentía diferente, rara, pero obligada a “realizar las actividades del colegio” como ir a misa, confesarme, ir a convivencias (esas eran entretenidas), como una especie de
autómata, deje de seguir cuestionándome, porque después de todo “los adultos siempre tienen la razón”. Pero esa falta de sentimiento permaneció en mí, escondido en un rincón. Tengo muy presente una convivencia en especial, estábamos todas (colegio religioso, sólo de féminas) sentadas en el pasto mientras nos daban una charla bastante melodramática de Dios, lo mucho que sufrió Jesús, y no recuerdo que más… y de repente, veo como a poco todas mis compañeras empezaron a llorar, pensando en el arrepentimiento, en lo pecadoras que eran, etc. Creo que ese momento está en mi “top 5 ” de situaciones incómodas:
¿Y ahora qué hago? ¿Lloro también? Pero no quiero llorar ¿yo que culpa que se lo hayan “echado”? Además no tengo motivo para llorar, me siento feliz. Mientras sentía la mirada asesina de las monjitas, el tipo de la charla me veía raro y mis compañera se consolaban mutuamente yo pensaba: que ridículo esto, pero vamos!!! Rápido piensa en algo triste, Ah si pobre Anthony se cayo de caballo y se murió (Candy Candy), pfff que termine esto rápido. Creo que fue el momento en el tuve la seria sospecha que el “chip” creyente me faltaba, claro, en ese momento pensé que era un desperfecto de fábrica, estar entre tanto creyente te hace sentir como que el “errado eres tú”.
Cuando salí del colegio, deje todas esas cosas, no volví a poner un pie en misa y sentí la libertad que da el poder seguir cuestionándome, cuestionándoles, aprendiendo, la libertad de pensar y seguir cualquier incoherencia que salga de tu cabeza, pero al fin y al cabo es TU incoherencia. Y como es lógico, me fui al otro extremo de la moneda, me convertí en una “
anti-religión” me gustaba hablar con personas religiosas y debatirles, me volví bastante buena en ello, creo que mi mayor logro fue poner en “jaque” a una de las personas más fanáticas que he conocido.
Luego de un tiempo me aburrí de mi papel y me di cuenta de lo absurdo que era. Y seguí mi camino, pase un tiempo en ese limbo y alguien me motivo a buscar la fe, no desde el punto de vista impositivo, siguiendo lo que te dijeron, sino en tratar de verlo desde otros ojos sin mis prejuicios y trabas mentales, simplemente para ver qué pasaba. Me convenció y creo que en el fondo quería saber si era capaz de creer. Y ante el asombro/shock de mi familia, me metí a una comunidad religiosa de esos movimientos juveniles, que era formada por una serie de grupitos formados de acuerdo a la edad y que era orientada por un hermano marista, comunidad en donde estaba uno de mis mejores amigos, llegue sin mis prejuicios y súper razonamientos, mis preguntas iban encaminadas ya no a rebatir, sino a aprender, tratar de entender. De entrada fui súper sincera con ellos y estos me recibieron demasiado bien, siempre pacientes a mis preguntas, con los que llegue a formar un lazo amistoso. Incluso fui a uno de sus retiros espirituales en Guatemala y creo que es uno de los recuerdos mas bonitos que tengo (no la experiencia religiosa), me agradaba la gente, sus actividades, sus cantos, bailes, su simpleza y buena onda. PERO el dichoso sentimiento nunca llego, así que a pesar de sentirme muy a gusto con ellos, los abandoné.
Fue como el momento de “no, definitivamente esto no es para mi”, buscando definirme una vez me explicaron lo que significaba ser “
agnóstico”, me lo pusieron algo así como un ser escéptico, te creo si me lo compruebas, una persona racional. Y sin mucho análisis lo adopté, hasta que posteriormente me dije, no, el término adecuado es “
ateo”, creo que en el fondo le temía un poco, por los prejuicios, por la gente, pero al final no me importó.
Ahora, me gusta mucho hablar con personas religiosas el preguntarles ¿por qué crees? A veces siento que busco ese chip que me hace falta que me hace ser diferente, sin embargo me gusta serlo, el ser racional, el utilizar la lógica, el no necesitar “algo” que me de valor, el creer en mis propias capacidades, el sentirme autor de mi propia historia no simplemente “actor”: alguien que sigue lo que ya esta estipulado, lo que esta escrito, el destino dicen algunos…